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¿El mejor bocadillo de pollo frito de Barcelona?

Escrito por
Òscar Broc
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El cierre de Chicken Shop & Dirty Burger ha sido un mazazo para los amantes del pollo asado –hacían los mejores de Barcelona-, pero también para los freaks del bocadillo de pollo frito, un rara vis que cuesta encontrar en Barcelona, ​​a menos que te guste la mutación rebozada que venden en KFC o te comas un 'chicken burger' lemantable en cualquier hamburguesería modernilla. El tema es que la muerte de Chicken Shop supuso la pérdida de su sándwich de pollo frito, una bestia que había dejado un vacío irreparable en la ciudad..., hasta ahora.

El otro día, Carles Armengol, de Van Van Var (Pujades, 27), se cargó mi depresión después de descubrirme la Gringa (Lleialtat, 16), un restaurante de tacos informal que acaban de abrir los responsables del food truck Eureka en los límites del Raval. Buenos tacos de carnitas, nachos con toneladas de crema agria (masa) y la estrella de la carta, la recomendación personal de Carles: un bun de pollo frito que desapareció del plato en cuestión de segundos; es conmovedor que la gente se preocupe tanto por mi colesterol.


El bun de la Gringa me ha hecho olvidar el lloradísimo sándwich de Chicken Shop. No sólo lo ha sustituido, para mí incluso lo ha superado. Col morada, pepinillos, pan de brioche artesanal, lima, una sábana de queso cheddar fundido, salsa chipotle y una pieza de pollo con una costra de fritura perfecta, casi sexual. El cacho de ave no es ni demasiado grueso, ni demasiado grande: un acierto. El brioche puede contenerlo y el bocadillo no se desmorona cuando le clavas las zarpas. Todo funciona en este engranaje perfecto y grasiento, especialmente si lo haces bajar con las micheladas de la casa, unos monstruos que llegan con la botella de Pacífico o Modelo haciendo el pino en la jarra.

Última reflexión: que el Coronel Sanders se vaya a freír espárragos, por favor; del pollo ya se encargan a la Gringa.

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