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Bayén en el Pinotxo en 2017
Foto: Shutterstock Bayén en el Pinotxo en 2017

Muere Juanito Bayén, el alma del Bar Pinotxo de la Boquería de Barcelona

Una disputa entre Bayén y sus sobrinos impide que la nueva propiedad de la barra use el nombre de Bar Pinotxo

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
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Ya no volverá a ofrecer nunca más su plato de garbanzos con butifarra negra ni su capipota. Juanito Bayén, camarero y expropietario del Bar Pinotxo de la Boqueria, ha fallecido esta mañana en Barcelona a la edad de 89 años. Bayén se jubiló el pasado octubre, después de toda una vida dedicado a dar bien de comer: el icónico Joan Bayén ha pasado 75 años tras la barra de bar de mercado más famosa de Barcelona. ¡Hasta los 88 al pie del cañón! Todo un corredor de larga distancia, el hostelero había corrido dieciocho maratones, incluso uno en Nueva York. El Bar Pinotxo cerró el pasado febrero y reabrió en marzo: Bayén lo había traspasado al Bar Central de la Boquería, a consecuencia de una disputa familiar con sus sobrinos.

Según informa El País, a causa de un litigio judicial entre Bayén y sus sobrinos, el bar no puede utilizar la marca de Pinotxo. La solución de la nueva propiedad es pragmática y no muy estilosa: una cinta adhesiva negra tapa el nombre, pero han colgado fotos de Bayén para reforzar la identidad

Bar ¿Pinotxo?
Foto: Time Out BarcelonaBar ¿Pinotxo?

No se puede menospreciar su importancia pedagógica: recordemos que lo primero que los turistas ven cuando entran en el mercado de la Boquería es el Bar Pinotxo. Y Bayén siempre tuvo claro que al visitante había que ofrecerle un plato generoso de cocina catalana, y no una paella gigante o montañas de patatas a punto de freír.

Bayén pasó 75 años tras la barra del Pinotxo

Incluso en los momentos de mayor colonización turística –cuando dos bacaladerías se convirtieron en 'fish and chips' y los zumos de frutas ya monopolizaban la oferta– Bayén mantuvo una línea auténtica: capipota, los míticos garbanzos con butifarra, las judías de Santa Pau o habas a la catalana eran algunos de los guisos que hervían en la olla desde primera hora de la mañana. Él abría la parada a las seis, y a esa hora intempestiva empezaba a despachar sus míticos cortados y chuchos de crema.

También fue un relaciones públicas inmejorable: delgado como un alambre y de alegría perenne, su pose sonriente con los pulgares en alto, el chaleco y la pajarita se convirtió en una postal viviente que saludaba al turista nada más entrar. Bayén empezó a servir en la barra a los 14, cuando su madre Catalina alquiló el Bar Quiosco, un bar de la Boquería que solo ofrecía cafés y bollería. Por mimetismo con el perro de la familia, Pinotxo –el filme de Disney era reciente– el bar se rebautizó así.

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