Ca l'Estevet
Foto: Irene FernandezCa l'Estevet
Foto: Irene Fernandez

Los mejores restaurantes de Barcelona de cocina catalana

Disfruta de los platos más tradicionales de la gastronomía catalana

Mireia Font
Escrito por: Ricard Martín
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'Capipota', buñuelos, escalivada, arroz a la cazuela, canelones, pies de cerdo ... ¡Seamos un poco chovinistas y cantemos las maravillas de la cocina de nuestra tierra! Tenemos la suerte de que en Barcelona hay un buen puñado de establecimientos que preparan con cuidado y buen producto los platos más típicos de nuestra gastronomía, desde restaurantes de altos vuelos hasta casas de comidas populares donde por un precio más que razonable se puede hacer un menú de mediodía o una cena sustanciosa y reconfortante. Y alerta a las nuevas generaciones de cocineros que han llevado el 'platillo' catalán –¡un tipo de guiso, no un plato pequeño!– un paso más allá. Los restaurantes de esta lista son muy diferentes entre ellos, pero todos comparten el respeto y el buen gusto por el recetario tradicional.

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Time Out Market Barcelona
  • Catalana
  • El Gòtic

Inaugurado en 1899, Casa Guinart se reinventó hace unos años y ahora es uno de los puntos de referencia de la cocina catalana en la ciudad. Ubicado entre la Rambla y el Mercado de la Boqueria, este establecimiento es muy popular entre los vendedores del mercado, así como entre los locales y visitantes. David Moya junto al chef Òscar Manresa, gran conocedor de la Boqueria, llevan al Market su mejor producto y su visión particular de la cocina catalana. Y en este caso, Manresa ha ido a buscar los logros más populares de nuestra tradición, los más sabrosos. Con la base del monumental recetario 'Corpus Culinari de la Cuina Catalana', Manresa aplica su toque hedonista al producto selecto del mercado principal de Barcelona.

  • 5 de 5 estrellas
  • Catalana
  • El Gòtic

El abusado término cocina de mercado gana un significado nuevo en Casa Amàlia: ¡en su carta podréis localizar en qué parada se ha comprado cada ingrediente! Algo que no significaría nada, si no fuera porque utilizan el mejor producto aplicado a una cocina de temporada que desborda personalidad. La historia de Casa Amàlia es la de un restaurante de toda la vida, de cocina catalana, que en su segunda vida ha ganado un empuje absoluto en términos de innovación y calidad, con recetas que con pocos años de vida ya son emblemáticas.

 

Los mejores restaurantes de Barcelona de cocina catalana

  • Gràcia
  • precio 2 de 4

Durante 30 años Quim Marquès fue referencia en la Barceloneta con el Suquet de l'Almirall, pero cerró el 2018. Y en otoño del 2023 regresó a Gràcia, su barrio de toda la vida, con la apertura de Santa Magdalena, un restaurante de cocina catalana y barcelonesa al cien por cien. Con precios contenidos y estética de bar de barrio (de hecho lo era), Marqués practica una cocina de fuego lento y producto de temporada y de proximidad. El ticket es de unos 25 euros.

¿Algunos platos? Un fricandó clásico hecho con tiralíneas (con moixernons y un toque final de anís delicioso, la ternera se derrite en la boca) o unos macarrones del cardenal también buenísimos, con el sofrito y la bechamel bien delimitados. Capipota con chanfaina, morro de bacalao con tomate... También verde: su hija, Paula, es nutricionista. La fórmula del menú de mediodía siempre incluye platos principales de la carta y la elección entre cuatro ensaladas de primero, y es todo un placer encontrarte cuatro ensaladas con fundamento para empezar, bien trabajados: qué buena la ensalada de lechuga trocadero con cherris amarillos e hinojo fresco, y te hace la boca agua otra de tomate de temporada escaldado con aceite de ajos. Ortorgan un espacio importante a los desayunos de tenedor y los bocadillos muy trabajados, que como quien dice son un plato entre rebanadas. La oferta de tapas y aperitivos, claro, está a la altura de alguien que pasó 30 años en la calle mayor de la Barceloneta.

  • Catalana
  • Sant Antoni

Cocina cotidiana, ágil y hecha con cuidado para compartir. ¿Y quién la hace? Pues el chef Jordi Vilà, del estrellado restaurante vecino Alkimia. Una carta completa con platillos, tapas, arroces, brasa de mar y montaña, nigiris catalanes (el de panceta y calamar es brutal), platos clásicos (la judía verde y patata cocida con butifarra de perol a la brasa es sublime) y efímeros (el salteado de caracoles a la brasa con butifarra y ajo y aceite es espectacular). Al Kostat es una casa de comidas que aprovecha la experiencia y aprendizaje de Alkimia y da servicio de lujo en un ambiente más desenfadado. Vilà también ha abierto cerca el segundo Va de Cuina (Comte Borrell, 54), una tienda de comida para llevar donde la escudella take away es la estrella.

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  • Catalana
  • precio 2 de 4

77 Kilos es un proyecto de dimensiones modestas, pero lleno de calidad y muy honesto. Y con trasfondo sostenible: 77 kilos es la media de comida que cada español tira a la basura anualmente. Aquí están Gerard Cuartero en la cocina, y Sara di Bari en la sala. Se conocieron trabajando en la Panxa del Bisbe, y en 2023 pusieron en marcha su primer negocio propio: cocina de fonda catalana con toques viajados (Cuartero pasó una buena temporada trabajando en el sudeste asiático), situada en el típico bar-restaurante esquinero del Eixample.

El aprovechamiento se refleja en una carta corta y en constante renovación, de la que nos lo comeríamos todo. Empezando por unas croquetas de carne de olla suntuosas (¡incluso llevan un garbanzo dentro!), un trinchado con tres tipos de coles donde trocitos de torrezno soriano sustituyen la bergadana rosta o un arroz con alcachofa y marisco impecable, que te sirven en una sartén individual! De la carta entran y salen platos que alimentan una fórmula de mediodía a buen precio, que más que un menú de mediodía es un pequeño (y abundante) menú degustación, con platos que prestan mucha atención a la temporalidad: en invierno, una ensalada de escarola con romesco, bacalao y naranja (y encurtidos caseros). Lo hacen todo ellos, incluso el ketchup. Intentan aprovechar cada migaja comestible: con los recortes de verduras hacen vinagre y encurtidos, y exprimen la circularidad al máximo. Y si sois majos, después de comer os invitarán a un sorbo de una ratafía o arancello caseros buenísimos.

  • Catalana
  • Sant Andreu

Hace un año que los hermanos Alcoriza, Juli en la cocina y Susana en la sala, abrieron una casa de comidas donde ofrecer el morro de bacalao con tomate frito, pasas y piñones de la abuela Carmen y los callos de tripa morena de ternera de la abuela Vicenta. Andreuenc va de dos cosas; del barrio y de la familia. Desayunos de tenedor, bocadillos, tapas y menú de mediodía de tres primeros, tres segundos, postre y café por 17 euros. En resumen, recetario catalán clásico con virajes contemporáneos sin ínfulas, elaboraciones largas de chup-chup paciente. Una muestra; los huevos rotos con morcilla y chips y el arroz con gamba de Palamós, sepia y alioli de azafrán. El pan es del Forn del Passeig y el postre, de caer de culo al suelo.

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  • Catalana
  • Vila de Gràcia
  • precio 2 de 4

Tras el éxito sideral del 'reboot' de Mantequerías Pirenaicas como taberna gastronómica del 'upper', y convertida en punto de peregrinación mundial gracias a sus tortillas, Miguel Puchol en junio de 2024 reabrió un restaurante de cocina catalana sección neofonda (sin menú, todo a la carta). Donde estuvo la Taverna la Llesca, clásico de la carne a la brasa, la Fonda de Pirenaicas se constituye como punto de mojar pan de primera magnitud, con una oferta muy similar a la de la casa madre pero decantada más hacia el platillo catalán y a la cocina popular.

Aquí la cosa va de tapas muy bien hechas y platillo catalán hechos con una enorme solvencia y toques gourmets. Al frente de la cocina se encuentra Alberto Soriano, que durante 9 años fue el responsable de la de Mantequerías. Véanse unos fideos en la cazuela, equipados con un guiso de lagarto ibérico magnífico, o unos macarrones gratinados que llevan pecorino entre la pasta fina. Y nos quitamos el sombrero ante un arroz cremoso con parmesano y calabaza, que cruje con el contraste del guanciale, carita de cerdo aquí tostada. Las raciones son grandes, ideales para compartir, la calidad-precio óptima, y ​​han tenido el acierto de mantener los aires de fonda de Gràcia de toda la vida.

  • Catalana
  • Sant Andreu

Abierto en 1969, era un establecimiento de parroquianos y partidas de dominó del barrio de Sant Andreu. Pasaron 50 años y Roger Sánchez y su valentía se hicieron cargo. Ahora despacha pequeños bocados para saciar el apetito (crestas rellenas de conejo), platos para compartir (porro confitado con pera, tocino y almendras), bocadillos sexis (bikini de fricandó, moixernons y queso manchego), postres tentadoras (lemon pie con galleta bretona, sorbete de mandarina, confitura de piel de limón y merengue duro de almendra). En la copa, 60 referencias de vinos nacionales e internacionales. Local reformado sin formalismos, servicio cercano. Objetivo conseguido: cocina de chup-chup hecha en el barrio y por el barrio. Muy recomendable.

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  • Catalana
  • El Raval
  • precio 3 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

Un restaurante 'nuevo' en un emplazamiento histórico: abierto en 1918, el restaurante Buenavista fue uno de los lugares más de moda en el Raval y en toda Barcelona. Por lo que dicen las crónicas, los dos restaurantes más modernos y chic de principios del siglo XX eran Buenavista y 7 Portes. En los años 20, la parte más 'hot' de Barcelona era la que enlazaba el Paral·lel con Universitat, y Buenavista era una parada obligatoria. Durante los años 50 y 60, apostó por las influencias francesas –que era la cocina asiática de vanguardia de la época, para entendernos– y se convirtió en un clásico de banquetes, bodas y comuniones de altos vuelos (cerró a finales de los setenta, y los más veteranos recordaréis que a finales de los noventa aquí hubo un bazar de electrónica inmenso).

A finales de 2022 los propietarios del restaurante desde sus inicios, la familia Moraví, reabrió el Buenavista como Casa de Comidas Buenavista, con un coqueto hotel boutique anexo. Las credenciales barcelonesas son impecables, y la cocina y el servicio están a la altura del relato: bajo unas preciosas arcadas, turistas y locales –encontraréis a clientela mayor del barrio disfrutando y a turistas descubriendo el capipota– se come una carta asesorada por el chef Marc Roca, de cocina catalana y producto excelente que juega la carta del sofrito y la cuchara de verdad, sin postureo; nada de cebiches ni guiños en Japón (¡sólo uno!). Todo va de tapas, cuchara y brasa: aquí se come una cocina reconfortante y bien hecha, como una tortilla de bacalao al pil-pil tremenda, o un guiso de sepia con garbanzos donde notas la potencia del fumet de pescado y la melsa de la sepia en cada cucharada. Y los precios no se pasan en absoluto, si tenemos en cuenta la categoria de las cocciones y el tamaño de las raciones.

  • El Gòtic
  • precio 3 de 4

Si sois fans de la comida tradicional de la cocina catalana, y sois capaces de peregrinar a donde sea para probar un buen cap i pota, unos pies de cerdo, unos buenos canelones o, incluso, unos caracoles a la brasa con romesco para chuparse los dedos, tomad nota y poned rumbo al Cafè de l’Acadèmia. Después de tres años cerrado, este magnífico local ubicado en los bajos de un edificio histórico del siglo XV -y con terraza en la plaza de Sant Just, una de las más antiguas, menos conocida y con más historia del Barrio Gótico- ha reabierto de la mano del Grupo San Telmo.

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  • Catalana
  • Sant Antoni
  • precio 1 de 4

Bernat Dalisay, nacido en las Filipinas, llegó a Barcelona hace 25 años, casi los mismos que ha estado trabajando de cocinero. Pasó 11 trabajando en una marisquería, y los 11 siguientes cocinando en Gelida, uno de los grandes restaurantes populares de Barcelona. Bo de Bernat, abierto en verano de 2002, es su restaurante propio. Y sigue el mismo esquema: casa de comidas familiares a precios populares, con una larguísima carta de cocina catalana y todo elaborado desde cero.

Y ha acertado: la gente llena el local con toda la razón del mundo. Porque por 15-18 euros, solo carta, esto es una fiesta mayor del chup-chup, el guiso y el vino bueno a raudales. Sí, están las míticas carrilleras de cerdo –melosas y con la corteza tostadita– y todo el repertorio conocido, pero también cosecha propia, como unas croquetas de fricandó brutales. Las cartas kilométricas no fomentan la confianza, pero una vez has comido aquí, certificas que esto no es un 'hartapobres', sino un restaurante popular serio como pocos quedan: como Can Vilaró, por ejemplo. Por la mañana encontraréis desayunos de tenedor, claro, y el vino a copas –tinto Priorat, blanco, de Gandesa– es buenísimo.

  • Sant Antoni
  • precio 1 de 4

Otro de estos lugares que va haciendo trabajo de hormiguita, sin hacer mucho ruido. Can Vilaró es un abanderado de las comidas caseras al pie del mercado de Sant Antoni. Traspasar su puerta es como entrar en el comedor de una casa donde se está cocinando algo que hace chup-chup. Albóndigas con sepia, manitas de cerdo, sardinas escabechadas, escudella y carn d'olla (en invierno), capipota, judías con morcilla, bacalao a la llauna... Es una parada y fonda de los almuerzos de tenedor muy elaborados, pero también se puede parar a comer, sin menú de mediodía pero con platos exquisitos a muy buen precio y siempre con vino de la casa. Todo es fiable y hecho desde cero por la casa: desde las crestas de atún hasta su emblemático capipota.

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