Historia
Bernat Dalisay, nacido en Filipinas, llegó a Barcelona hace 25 años, casi los mismos que ha pasado entre fogones. Trabajó durante once años en una marisquería y otros once en Gelida, uno de los grandes restaurantes populares de la ciudad. En verano de 2002 abrió Bo de Bernat, su propio restaurante, que sigue el mismo espíritu: una casa de comidas familiares con precios populares, una larguísima carta de cocina catalana y todo elaborado desde cero, con oficio y cariño.
Carta
Aquí la cocina catalana de chup-chup manda, y se nota. Las carrilleras de cerdo, melosas y con la corteza tostadita, son míticas, pero también hay creaciones propias que sorprenden, como unas croquetas de fricandó memorables. La carta es extensa, lo que normalmente podría generar dudas, pero en este caso es sinónimo de solvencia: cada plato que sale de cocina demuestra que no estamos ante un 'hartapobres', sino ante un restaurante popular serio, del estilo de Can Vilaró. En verano brillan los imprescindibles como el gazpacho, y por la mañana se sirven desayunos de tenedor como los de antes.
Ambiente
Bo de Bernat es un restaurante que se llena con razón: tiene alma, tradición y un ambiente que huele a cocina de verdad. El local es sencillo pero cálido, y rezuma autenticidad. Aquí no hay pretensiones, solo ganas de comer bien, de sentirse en casa y de compartir mesa con vecinos, trabajadores del barrio y amantes del buen guiso. Es de esos sitios que hacen ciudad.
Precios
La fórmula es clara y honesta, siempre precios asequibles: por 15-18 euros puedes comer a la carta como un rey. El vino, servido a copas, también sorprende: tinto del Priorat, blanco de Gandesa… todo bueno, todo con sentido.
Segundo local
Está en la calle Aragó, esquina con Urgell, en el número 122. Lo gestionan Joel, en cocina, y René, en sala, primos de Bernat, así que todo queda en familia. El espacio es más amplio que el local original y, además, con mejor acústica.