Time Out en tu buzón de entrada

Buscar
Nando Cruz
FOTO: Joanna ChichelnitzkyNando Cruz

Nando Cruz: "Los macrofestivales no están hechos para los melómanos"

El periodista pone el dedo en la llaga de estos grandes eventos musicales en el libro 'Macrofestivales. El agujero negro de la música'

Borja Duñó
Escrito por
Borja Duñó
Publicidad

Nando Cruz, periodista musical de referencia de los últimos veinte o treinta años, acaba de publicar 'Macrofestivales. El agujero negro de la música' (Península 2023), un libro que surge de una pregunta: ¿qué está fallando para que lo que más le gusta, que es la música, se haya convertido en una experiencia problemática? Hace años que escribe sobre el tema y ahora todas sus investigaciones periodísticas han tomado forma articulada en un volumen que repasa cuestiones como la masificación, la experiencia de los espectadores, el tipo de negocio, el papel de las marcas, la precariedad de los trabajadores, el impacto medioambiental, los efectos sobre el tejido cultural y las molestias a los vecinos de un modelo que se asemeja bastante al turismo de masas. En un país con casi un millar de festivales, está bien que nos preguntemos qué se está haciendo mal y qué podría ser mucho mejor.

En el libro hablas de cuestiones negativas que más o menos podemos intuir pero que no acostumbramos a plantearnos.

Yo hace diez años ni me lo preguntaba. Y entiendo que gente que empieza a ir a festivales o gente que sólo se fija en lo que ocurre en el escenario no se haga preguntas de todo lo que pasa a su alrededor y que, por tanto, todo esto le venga de nuevo. Yo cuento cosas que no son de hoy, hay citas del 2013, y yo en el 2013 no me lo preguntaba. Los macrofestivales tienen esta capacidad de fascinarte y vamos todos un poco a ciegas.

¿Sigues yendo a festivales?

Este año no he ido a ningún festival. El año pasado fui al Cruïlla porque tocaban Rubén Blades y Juan Luis Guerra el mismo día, en mi ciudad… Me encajaba perfectamente.

Rubén Blades (Cruïlla 2022)
Ana Paez SedanoRubén Blades (Cruïlla 2022)

No es sólo quien toca sino de qué forma, ¿verdad?

Los festivales hacen muy buen trabajo eligiendo y consiguiendo a los mejores artistas, pero no hacen un buen trabajo a la hora de garantizar que el público disfrute de estos artistas de la mejor manera posible. Y ponen muchas trabas: solapamientos, espacios masificados, horarios indecentes, muchísimas cosas que hacen que todo lo que te han prometido al final sea mucho menos de lo que debería ser y eso es simplemente no hacer su trabajo. Hacen el trabajo de programar y no el de garantizar que lo disfrutamos al máximo. Como intermediario entre público y grupos debes garantizar que la conexión entre ambos sea la máxima posible.

¿Los grandes nombres sirven sobre todo para vender tickets?

Cuando montas un festival para 30, 40 o 50.000 personas necesitas cabezas de cartel como sea. Son quienes se llevan toda la promoción y me temo que en algunos casos toda la pasta. Hubo una época en que los festivales quisieron hacer como Glastonbury, donde el cabeza de cartel era el propio festival. Y ahora vuelve a suceder esto, los festivales venden por los cabezas de cartel. Con los grupos medios o pequeños sí que hacen de prescriptores, pero engullendo el circuito de la industria musical en vivo.

Un macrofestival es un modelo de ocio equiparable en Port Aventura

¿La cuestión festiva pesa más que los conciertos en sí?

Es evidente que en este país no hay suficientes melómanos como para llenar los macrofestivales y la prueba es que buena parte de ellos se están llenando de melómanos extranjeros. Hay mucha gente que está ahí por la fiesta más que para ver si ese grupo toca las canciones más guays o más inusuales de su repertorio. A mí no me parece mal que se mezclen estos distintos tipos de públicos. Pero cuando empieza a ser desproporcionado, el melómano se siente desplazado y no puede disfrutar de los conciertos. Y yo creo que lo que está pasando y no estamos asumiendo, es que los macrofestivales no están hechos para los melómanos. Los macrofestivales están diseñados para conseguir que gente a la que le interesa más o menos la música sienta que tiene que ir, son como el votante indeciso de las elecciones. Se va a buscar el melómano indeciso, el que dice ¿vamos a Rosalía o vamos a cenar? ¿Vamos al Primavera o a la Formula 1 que también molará? El melómano es un elemento más, pero no es el público esencial de los macrofestivales.

Rosalía, Primavera Sound 2023
Foto: Jordi Borràs / ACNRosalía, Primavera Sound 2023

Aunque nacieron con ese público melómano.

Claro, el FIB nació así, Sónar, Primavera Sound… todos los festivales que nacieron en los 90 eran así. En ese momento montar un macrofestival era ir a la contra. Tenías que pelearte con administraciones, tenías que pelearte para conseguir cuatro duros de sponsors, tenías que conseguir que todos los indies del país fueran a Benicàssim o donde fuera. Era un modelo de negocio a la contra, ahora lo tienes todo a favor. La administración pone pasta fácilmente, las marcas van como locas para entrar y este público debe asumir que un macrofestival es un modelo de ocio equiparable a Port Aventura o a cualquier tipo de esos lugares a los que tienes que ir una vez a la vida o una vez al año.

¿La gente está perdiendo la costumbre de ir a salas porque la idea de concierto se ha ido asociando cada vez más a macrofestival o macroconcierto?

Yo creo que ya existe una generación que ha crecido con la idea de que el macrofestival es el lugar donde se disfruta de la música en vivo. Hace veinte años era un lugar al que podías ir de vez en cuando y tenías que tomar un tren para irte a Benicàssim o al Espárrago, pero tu vida como melómano era otra. Ahora es casi a la inversa, y las salas se encuentran en una posición tan complicada que se ven obligadas a tomar decisiones que también las alejan del público. Como no pueden arriesgar dinero, tampoco pueden desempeñar el papel que tenían de prescriptores. Y muchos promotores también están desapareciendo porque los festivales esparcen su programación durante el resto del año.

Cuando desbordas la capacidad que tiene un territorio de acoger a personas aquello se convierte en un infierno

¿Sólo nos interesan los grandes eventos?

Pavement, Pixies, Ride, Smashing Pumpkins… son grupos que pertenecen a una generación y a un género musical, el indie, el rock alternativo, que es la antítesis de los conciertos de estadios. O ibas a ver a Madonna al Estadi Olímpic o Pavement al KGB. Veinte años después, estos grupos que iban a la contra son los cabezas de cartel de un modelo de negocio llamado macrofestival que es como un macroconcierto pero con muchos grupos a la vez. Y hay un público que sólo quiere ir macroconciertos como los de Coldplay o un macrofestival una vez al año y eso es lo que acapara gran parte de la atención mediática de este país. Figura que aquello debía abrir una brecha, pero hemos vuelto a la casilla de salida, y la cultura sólo interesa si es masiva y masificada. Si no ponemos a 15.000 personas no es cultura, y eso es devastador. Y los medios estamos haciendo un mal trabajo, porque estamos empujando a la gente a lugares gigantes y no estamos explicando que disfrutar de la música en la pequeña distancia puede tener un impacto mucho más enriquecedor y perdurable en tu vida que estar en un sitio con 40.000 personas viendo una superestrella a través de una pantalla.

Están apareciendo nuevos festivales más jóvenes como el Share, el Reggaeton Beach Festival, el Bubble Pop... ¿Empieza a haber un relevo generacional?

Desde Barcelona tenemos una perspectiva algo distorsionada y puede que aquí estén empezando a cambiar las cosas, pero hay otros lugares donde esto ya ha cambiado hace tiempo. En realidad el festival que más gente congrega es el Arenal Sound y no es un festival que traiga viejas glorias. El Medusa Soundbeach, todas las franquicias del Reggaeton Beach Festival, el Puro Latino… Durante los primeros veinte años de la vida de los macrofestivales la hegemonía ha sido del indie y la electrónica, pero después han empezado a aparecer festivales de músicas urbanas, festivales metaleros como el Resurrection Fest, que se ha convertido en un evento con un poder de convocatoria brutal, y un perfil de festivales de artistas mainstream que atraen a público muy joven.

Borriana tiene 35.000 habitantes y el Arenal Sound mete a 50.000 personas cada día durante cinco días.

Ocurre como en las fiestas de Gràcia, que la gente se va porque no lo aguanta. Cuando desbordas la capacidad que tiene un territorio de acoger a personas aquello se convierte en un infierno. Uno de los temas que me parecen centrales es cómo hemos conseguido que la música se convierta en un problema. Yo soy muy melómano y me sabría muy mal que desaparecieran los festivales, pero también entiendo a la gente de Besòs y el Maresme, que no tienen ni una sala de conciertos en su barrio y tienen que aguantar a 60 y 70.000 personas cada noche, durante todo el verano en distintos festivales. ¿Y cómo se ha convertido en un problema? Porque se ha masificado, ha obligado a que la manera de consumir este tipo de grupos sea masificando a la gente. Tienes un montón de salas en la ciudad, tienes 365 días al año, pero como empresario lo que quieres es que todo el mundo esté aquí durante tres días, que toda la pasta se gaste aquí. Y yo creo que estamos en ese momento porque nadie ha frenado nada.

En la mecánica de los macrofestivales, todo va en contra de reducir la huella ecológica

En el libro hablas de la sostenibilidad del modelo en sí y de la huella ecológica.

En el libro hablo de un estudio que se realizó sobre el impacto ecológico por asistente en una sala de conciertos, en un pabellón y en un gran festival. Y se dispara conforme va creciendo, porque hay cosas que se complican. Si quieres ir al Razzmatazz puedes tomar el metro. Si vas al Primavera puedes ir en metro, pero para volver quizás tengas que tomar un taxi, si te vas a un macrofestival fuera de la ciudad todavía se complica más.

Coldplay (Estadi Olímpic, Barcelona)
Jordi Borràs / ACNColdplay (Estadi Olímpic, Barcelona)

Y mucha gente viene en avión.

Claro. Hay dos formas de disfrutar de la música: o que los músicos se muevan mucho por todas partes o que los músicos se muevan poco y sea la gente la que se mueve. El modelo Coldplay puede ser muy sostenible internamente, pero ¿si te está viniendo a ver de Portugal porque no tocas en Portugal? Y la huella ecológica se puede medir de muchas formas pero la manera completa de medirla es midiendo también a tu público. Y en cualquier evento musical el 75% de la huella no es del grupo, es del público. Y mientras los grupos no toquen en todas partes, la gente tendrá que moverse para verlos. Incluso como festival, si pides exclusividad estás haciendo que la huella de este artista sea muy superior. Todo, absolutamente todo, en la mecánica de los macrofestivales va en contra de reducir la huella ecológica. Es una pena, pero es así.

Estás generando un desplazamiento de gente en avión comparable al de un Mobile World Congress o Alimentaria

Coldplay ha intentado reducir la huella, pero no tienen en cuenta a la gente que se desplaza.

La parte positiva que le veo es la de introducir esta pedagogía a posteriori, pero en el momento yo no puedo hacerle otra lectura: estás montando cuatro conciertos aquí, en vez de montarlos en cuatro ciudades, por tanto, los fans de Madrid, de Valencia y de Bilbao deben venir a Barcelona. Ya no hablamos de los del sur de Francia o Portugal. Como grupo estás generando un desplazamiento de gente en avión comparable al de un Mobile World Congress o Alimentaria.

Seguimos hablando de un tipo de música muy concreto, pero en Barcelona hay muchos conciertos de otras culturas musicales y apenas nos enteramos.

Hay muchos estilos de música en este planeta, y muchos de ellos tienen escenarios en esta ciudad. Samba, música brasileña, son jarocho, cumbia peruana… hay muchas músicas que están circulando en esta ciudad. Porque si hay gente migrada a la gente migrada le gusta escuchar la música de sus sitios de origen y seguramente están buscando sus sitios para hacerlo. Lo que hizo el Cruïlla el pasado año con Rubén Blades y Juan Luis Guerra fue muy inteligente, porque fue abrir su festival a un tipo de público que nunca se había tenido en cuenta, sobre todo porque los ponen como a cabezas de cartel y les dan la importancia que tienen.

Qué poder han alcanzado los macrofestivales que es prácticamente equiparable al de la radiofórmula

En el libro hablas de cómo los festivales han llegado a condicionar el tipo de música que hacen grupos para poder tocar en ellos.

Sí, no es un caso único en la historia de la música. Hago referencia también al pub rock, un momento en que el espacio natural de los grupos ingleses es éste y su sonido debe ser muy acelerado, muy desgarrado, muy ruidoso, porque la gente está bebiendo y charlando. Hay otro momento en el que los grupos empiezan a querer tocar en estadios. Depeche Mode cambia radicalmente su sonido y se convierte en un grupo de estadios, U2, Simple Minds, todos estos. Aquí en España ha pasado algo similar. Pero en los años 80 quien marcaba el sonido era la radiofórmula, si no tenías un sonido 40 Principales no sonabas en la radio y no vendías discos. Ahora la situación es esa otra. Te lo puedes mirar de dos maneras: cachondeándote de los grupos porque han tenido que adaptar su sonido a los macrofestivales o decir "qué poder han alcanzado los macrofestivales que es prácticamente equiparable al de la radiofórmula". Son prescriptores hasta el punto de que si tu sonido como banda no encaja estás muerto.

¿Ves alguna solución para que los festivales vuelvan a una escala más humana, sean más agradables y tengan un impacto menor en el lugar donde se realiza? ¿Pasa por las administraciones?

Evidentemente, la administración tiene una parte de responsabilidad importantísima. No creo que pueda limitar su tamaño, pero sí puede incidir en la contratación de grupos de la parte baja, en la contratación de trabajadores y en el trato y el no abuso al consumidor. Y a buscar un encaje con los vecinos, y aquí quizás sí que debes entrar en el tamaño. Hablando del Primavera Sound, es evidente que este año ha ido menos gente y que la gente que ha ido ha salido muy contenta. El año pasado acudió mucha gente y hubo mucha que salió descontenta. Aquí hay una lectura clarísima: si quiero conservar el público y quiero que siga viniendo durante muchos años, tengo que tratarlo mucho mejor. No sé si el año que viene deberían plantearse “quizás no debo poner los cabezas de cartel a las dos de la madrugada”. Por aquí yo creo que los festivales tienen muchas reflexiones que hacer. Ya hay festivales más cómodos, y sobre todo los melómanos están huyendo a este tipo de espacios.

NO TE LO PIERDAS: Festivales de música en Barcelona y en Cataluña 2023

Ya puedes leer el número de junio de Time Out Barcelona con entrevistas, reportajes y las mejores recomendaciones de ocio y cultura de la ciudad

Últimas noticias

    Publicidad