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Pavlovsky y el valor de los grandes alborotadores

Escrito por
Pere Vall
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Criticar con humor

Notas que eres un poco mayor (nada, sólo un poco, sin pasarte) cuando echas una ojeada a tu alrededor y comienzas a ver que ya no están esas personas, cercanas o lejanas, que admirabas. Y siempre en la cima de mi ranking de seres admirados están los alborotadores: hombres y mujeres sin complejos, o con todos los complejos convenientemente sublimados, que lanzan consignas contra el orden establecido, cuestionan los valores aceptados por todo el mundo y remueven, con gracia, inteligencia y picardía, las bases intocables de una sociedad despreocupada. Son odiados por la derecha y, por otra parte, temidos por la izquierda menos frívola y más seria. Ahora es relativamente fácil ser un alborotador. A finales de la dictadura y durante la Transición, artistas como Albert Boadella, Ocaña, Pepe Rubianes, Eloy de la Iglesia, La Trinca, Pedro Almodóvar, Berlanga & Azcona, Ventura Pons, Bigas Luna, Carles Mira, Violeta la Burra o Vicente Aranda ejercieron su derecho a disentir en términos de corrección política, sexual o ciudadana. O todo eso a la vez. Y otro personaje, aún vivo, que también contribuyó a hacer más divertido el paso de la represión a la libertad fue Ángel Pavlovsky, sobre el cual se ha hecho un documental, presentado oficialmente en el DocsBarcelona y que se estrena en los cines Texas. Sin discusión, Pavlovsky es un alborotador de primera categoría, un maestro de la juerga que ha usado la pluma y los tacones como armas de destrucción masiva del aburrimiento, de las llamadas buenas costumbres, del patriarcado y del heteropatriarcado.

 
Un genio y sus Señoritas

El documental que ha dirigido Albert de la Torre realiza un viaje de 1941 a 2019: del nacimiento del futuro Pavlovsky hasta el cómico que, ya retirado, da su visto bueno a la película con un emocionado 'está muy bien, está muy bien'. ¡Uf, menos mal! Mario Gas lo dice en el inicio: “Pavlovsky es un genio”. Una acertada opinión que comparten Colita, Núria Ribó, Jordi Coca o Joan Matabosch, entre otros personajes invitados. Todos, encantados de haber pasado por la vida de un espigado chiquillo argentino que desembarcó en Barcelona el día del atentado a Carrero Blanco (20 de diciembre de 1973), se fue a hacer gamberradas a Madrid, bostezó durante las clases de mimo de los maestros Marcel Marceau y Jacques Lecoq, y fundó una famosísima Orquesta de Señoritas. Un autodidacta coqueto y nada discreto.

¡Adoptemos a las madres!

“Pasé toda la vida sin madre. Y siempre pensaba: ‘¡Con la cantidad de madres abandonadas que hay en el mundo y faltas de cariño!’. Hay que adoptar”. Es la reflexión más triste-divertida de una peli-homenaje a un actor único y con un estilo propio, pero que ha sabido acoplarse al elenco de una ópera del Liceu (‘La fille du régiment’) o a un programa de Raffaella Carrà. “No ligaba con ninguna tradición barcelonesa”, dice Coca. No, no ligaba con nada, pero era eso lo que fascinaba en todas partes.

 
Un ángel para los sosainas

En el documental se le ve joven, maduro y mayor, con o sin peluca, acicalado o ‘casual’, abriendo cajas, revolviendo entre vestidos y sombreros, preparando su último show en el teatro La Gleva, metiéndose con el público, dominando la (preparada) improvisación o mirando carteles de espectáculos suyos gloriosos, y todo acaba con una ristra de agradecimientos. Variadísima: Lucía Caram, Lluís Pasqual, Vicky Peña, Marcos Ordóñez... No dejes de alborotar jamás, angelical Pavlovsky. Los sosainas te necesitamos bien cerca.

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