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Lo recuerdo bien: hacia 2005, en los pica-pica del Ayuntamiento ponían un vino tinto de batalla que era para salir por patas, de esos que catas con una botella de gaseosa al lado por si hay que rebajarlo. Era el vino municipal de Barcelona: una idea de Joan Clos (que pasará a la historia por ser el alcalde del Fòrum de les Cultures y por la camiseta ajustada bailando en el autobús).
En 2001, el Ayuntamiento rehabilitó la finca de Can Calopa, una masía del siglo XVI, y en las cien hectáreas próximas iniciaron la producción del único vino público de Cataluña, pensado para ofrecer en actos del consistorio: ¡la producción la gestionaba Parques y Jardines! Nunca superó la categoría de esforzado vino de mesa. Hasta que en 2010 el Ayuntamiento cedió la producción al proyecto social de la cooperativa l’Olivera de Vallbona de les Monges, que a partir de 2016 asumió también la gestión total.

La calidad del vino se disparó (esto es bien conocido); ahora bien, lo que no es tan sabido es que la Vinoteca de Can Calopa (Masía Can Calopa de Dalt, BV-1468, Km 4) dispone de una magnífica terraza, casi secreta, donde disfrutar de comidas, tardeos y cenas. Se trata de un espacio rodeado de naturaleza y con una terraza-mirador que se asoma a los viñedos de la cooperativa, y ofrece unas vistas espectaculares a la cara menos conocida del Tibidabo, la montaña y el templo del Sagrado Corazón, vistos desde lo alto de Collserola. Está abierta los jueves de 18.00 a 24.00, viernes de 11.00 a 24.00, sábado de 11.00 a 24.00 y domingo de 11.00 a 18.00, y hay que reservar.

Se come bastante bien; tienen una carta de tapas y bocadillos muy cuidada, basada en productos de proximidad. Por ejemplo, podéis empezar con unas bravas, hummus con crudités y ensaladilla rusa de la casa –o una tosta con sardinas ahumadas, pimiento escalivado y cebollino– y terminar con un brioche de cordero deshilachado con reducción de vino de nueces, cebolla crujiente y alioli de membrillo.

Y, claro está, se beben los vinos de la casa: encontraréis el Vinyes de Barcelona tinto y blanco, además de otros vinos de l’Olivera. El tinto se elabora con garnacha y syrah, y mantiene la frescura ácida de un vino joven, pero con los matices complejos del envejecimiento en barrica de roble. El blanco es 100 % xarel·lo. Y este es un proyecto de viticultura social con un gran valor añadido: la mayoría de los trabajadores de la masía de Can Calopa –y de l’Olivera– son personas con discapacidad psíquica, una veintena de jóvenes de entre 18 y 32 años que además "son gente desprotegida, de estructura familiar rota", explica una de las socias del proyecto, Maria Dolors Llonch.
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