Museos, teatros y espacios culturales de Barcelona con buenos restaurantes

La renovada Beckett se ha convertido en un espacio de reunión de trabajadores de la zona, gente del mundo teatral y amantes de la buena comida. La oferta gastronómica va desde el desayuno hasta las copas post-función y está acompañada de un ambiente bullicioso e informal. Está abierto todos los días y también cuentan con oferta cultural, como las sesiones de Jazz de los domingos a la hora del vermut.

En el primer piso del Ateneu Barcelonès y hay un patio central ajardinado que es todo un oasis en medio de la ciudad. Allí puedes saborear platillos informales de gastronomía catalana, como patatas bravas, croquetas o huevos a estrellados con jamón. Cada mediodía entre semana, el menú de 14,95 € permite degustar un primer plato, un segundo y un postre. ¿Lo mejor de todo? Al quedar medio escondido y entrar en el mismo Ateneo para acceder, los turistas no saben encontrarlo.

La cafetería Satan's Coffee Co. y Stefano Colombo (Xemei) gestionan la cafetería-restaurante de la librería La Central, en los jardines de la Casa de la Misericordia, un espacio que estuvo cerrado durante décadas. Tiene un jardín interior, dividido en dos partes: el patio principal, una fantasía gótica con palmeras, troncos nudosos y naranjos, y el patío limítrofe con el orfanato de las Hermanitas de la Caridad. Los clientes de la librería –o cualquier que busque un lugar en calma– pueden tomarse un café, un bocadillo, el plato del día o un buen vino en franja de 9 a 22 h y estarse todo el tiempo que quiera. Se puede acceder desde Elisabets o desde la sección de gastronomía de la Central. Por la mañana, se hacen desayunos estilo Satan's.

Esta pastelería histórica de Sant Pol de Mar es la encargada de proveer el café, las pastas y toda la comida de la cafetería del Disseny Hub. Situada en la planta baja de este luminoso y diáfano edificio, el bar estuvo diseñado por un estudio de interioristas catalanes, Catalán & Bergnes. Destaca un sofá sinuoso y coloreado donde puedes sentarte a saborear los deliciosos croissants de chocolate de Sauleda, los pasteles y los bocadillos que ofrecen. Además de una cafetería, también es un restaurante (con un menú de mediodía por 15 euros) o una tienda de productos delicatessen.

Si estáis por el Raval, es uno de los puntos de encuentro más bonito y un recurso más que satisfactorio para cenas de grupo. Los adoquines de la plaza de la Filmoteca son el suelo del local y tiene una gran terraza que es una joya incluso en invierno, cuando encienden las estufas y te dan mantitas. La Monroe es todo terreno: puedes desayunar, picar tapas –ensalada rusa, nachos, embutidos...–, hacer un menú, beber tés, cócteles, comer bocadillos y ensaladas, cenar un cebiche o un estofado. Ah, ¡y no os olvidéis de los pasteles caseros!

Pocos lugares encontrarás como este en Barcelona: un vivero cultural que se dedica a promover cultura emergente y con una propuesta gastronómica tan cuidadosa como su programación. Este antiguo garaje es un restaurante diáfano, que dispone de un escenario por el que desfilan propuestas a menudo cruzadas con la gastronomía: ¡como una parrillada argentina con poesía y cumbia!

Un mediodía de fin de semana cualquiera te puedes zampar un maravilloso pepito mar y montaña –¡con atún a la plancha, tocino, tapas y pimientos de Padrón!– y una ensaladilla rusa impecable, mientras la resaca se disuelve en un balsámico concierto de tango electrónico. Consultad la programación, siempre hay algo que vale la pena. O mejor aún, acércate un domingo en franja vermut a ver qué pasa.

Desde 2018, Martina y Victoria llevan el bar del Zumzeig, el primer cine cooperativo de Cataluña. Al igual que la sala de cine, se trata de un bar pequeño y acogedor pero tiene una mesa bastante grande pensada para ser compartida o para dar cabida a un grupo. Allí podéis comer empanadas caseras, buenas tapas, cervezas y hacer un aperitivo muy completo. Por allí no sólo pasean platos con comida, se celebran muchas actividades culturales como conciertos y recitales.

La sede del museo se encuentra en el Palau de Mar, donde habían estado los antiguos Almacenes Generales de Comercio, el único edificio conservado del viejo puerto de Barcelona que data de 1881. Y precisamente este año le da nombre al restaurante del Museo, que está en la cuarta planta y que regenta el grupo Sagardi. Encontraréis un menú de mediodía la mar de apañado con producto de proximidad. En la Terraza de las Indianas –es como se llama la terraza del restaurante– podéis tomaros un cóctel mientras disfrutáis de una de las vistas más privilegiadas de la ciudad.

No es un restaurante económico, de menú asequible, pero si pedís una mesa junto a los ventanales, disfrutaréis de excelentes vistas de la ciudad, con el Tibidabo bendiciendo vuestra comida. En el plato tendréis recetas como el steak tartar de solomillo de ternera, arroz de mar y montaña, canelones, pulpo con espuma de patata y caviar de pimentón y rodaballo a la marinera.

El jardín del Museo Marítimo, donde está el restaurante Norai, es una de las delicias de la ciudad. Después –o antes– de sumergiros en el mundo del mar, la navegación, el comercio y la transformación de Barcelona visitando el Museo, podéis pasar por el restaurante y probar su menú diario. Es bastante asequible –12 euros entre semana y 16,50 € los fines de semana y festivos– y está basado en cocina de proximidad y pescado fresco procedente de las lonjas locales. Es aquí donde, periódicamente, se organizan los ciclos para dar a conocer la cocina con pescado del Mediterráneo.