

Tots eren fills meus
La última frase de 'Tots eren fills meus' la susurra Kate (Emma Vilarasau), la madre: “No, hijo, no. No es culpa tuya. Olvídate. Vive”. Le dice a Chris (Eduardo Lloveras), su hijo mayor. En diez minutos, su pasado, presente y esperanzas han saltado por los aires. Como las grandes obras clásicas, todo se acaba sabiendo y todo pasa factura. Y esta pieza de Arthur Miller de aires chejovianos, con el punto moralista norteamericano, no es una excepción. Una obra inmensa, solo al alcance de un gran equipo, que es el que ha montado David Selvas para su segundo estreno en el Lliure, después de aquel 'Àngels a América' un poco desafortunado. Como las grandes obras clásicas, todo se acaba sabiendo y todo pasa factura La obra de Miller es coral, pero el padre, Joe (Jordi Bosch), es el auténtico protagonista. Un hombre de apariencia bondadosa, que lo ha dado todo por la familia, que lo ha hecho todo por los hijos, por los vecinos, por el pueblo. Y que, después de pasar una temporada en la prisión por haber vendido piezas defectuosas al ejército durante la II Guerra Mundial, ha conseguido salir adelante, mientras su socio, el padre de Anne (Clàudia Benito), prometida de su hijo pequeño desaparecido, se pudre en una celda. Acostumbrados a ver a Bosch en papeles cómicos, aquí está descomunal, abrazando la escena, el jardín de casa de los Keller, llenando cada rincón, incluso los cerebros de todos los personajes. Si no conocemos la obra, llegamos a pensar que se saldrá con la suya. Los manan