Tirant lo Blanc
Cada década, como mínimo, debería tener su versión de 'Tirant lo Blanc', al menos para ver dónde estábamos y dónde estamos. Porque es imposible salir del Romea tras la versión del clásico de Joanot Martorell que ha urdido Joan Arqué sin compararla con la que montó Calixto Bieito en el 2008. Son dos espectáculos radicalmente distintos. Uno, un escalón más para un director que avanza con paso firme. El otro, obra de un genio. Uno, con Judit Neddermann en el escenario y libreto de Màrius Serra. El otro, con música de Carlos Santos y letra de Marc Rosich. Dos universos divergentes centrados en la propia obra. Para empezar, Bieito colocó una pasarela en la platea, contaba con catorce intérpretes sobre el escenario y todo tenía un aire operístico. Arqué hace la obra a la italiana, tiene ocho actores y actrices y el montaje tiene aroma folk. En ambos casos, se han tomado riesgos y se ha decantado la obra hacia un lado o hacia el otro. Bieito ponía más énfasis en el cariz sexual de la novela, mientras que Arqué duda entre sí decantarse por ahí o buscar más el choque de civilizaciones, entre cristianismo e Islam. El 'Tirant' de Bieito era una fiesta carnal, bélica. El de Arqué matiza muy bien que vivimos otro tiempo y que, tal vez, es necesario matizar a los clásicos. "Hay momentos coreográficos brillantes e ideas muy bien logradas" El problema del montaje actual es que peca de sencillez. No sé si se puede sacar adelante un 'Tirant lo blanc' con poco más que una tarima portátil, un ve