Qué secreto (relativamente) gastronómico más agradecido y sabroso: el 5 Hermanos, escondido en la parte más recóndita de Nou Barris –esa zona de Canyelles donde para llegar tienes que cruzar la Ronda de Dalt y subir unas cuantas escaleras, estiras el brazo y ya tocas Collserola– es un negocio familiar con casi medio siglo de existencia –¡abrieron a finales de los setenta!– y que ha ido mutando y evolucionando: tras funcionar durante décadas como casa de comidas, con el paso de los años se ha convertido en un restaurante gastronómico clásico y de proximidad, sin duda entre los mejores de Barcelona. No se llama 5 Hermanos por casualidad: los hermanos Manel, Javi, Julio y Jordi Gerpe, junto con su sobrino Aitor, tomaron el relevo en la dirección de su madre, Teresa Feliu, fundadora del negocio.
Después de décadas siendo un referente del buen comer en Nou Barris, en la primavera de 2025 llevaron a cabo una reforma integral del local: rediseñaron todo el interiorismo con una obra a cargo de Pere Cortacans –arquitecto y sumiller, el hombre que convirtió el Shunka en un icono del diseño– y dieron el paso de abrir también por las noches. "Tras la reforma, nos apetecía mucho ofrecer un servicio más completo y poder dar cenas en un ambiente más íntimo, con buenos vinos y platos más sofisticados, pero siempre reivindicando la cocina de barrio”, explica Jordi, que a pesar de esta sofisticación, precisa que la cocina es heredera de los platos de su madre, quien los aprendió a su vez de la abuela Juanita.
¿Cómo se come en 5 Hermanos?
Pues de maravilla. Aquí encontraréis una recopilación de clásicos de la cocina catalana y española, en raciones generosas, con producto de alta calidad y cocciones de alta cocina sin perder de vista el toque casero. Tienen una mano prodigiosa para los arroces; y aunque este es un restaurante de producto premium y de celebración, en la carta también hay opciones de cocina popular más asequibles, como un bacalao con samfaina o callos con cap i pota (por no hablar de un canelón de asado monumental y suavísimo que juega en primera división del asunto, y lo mismo se puede decir del pulpo a la gallega). Zona libre de esnobismos: su solomillo al foie es tan bueno como el del restaurante más caro (y pretencioso) que podáis imaginar. Pero aquí no sufriréis al camarero vestido de Drácula ni al sumiller listillo que intenta endosaros la botella más cara. El público y el servicio son como la mayoría de la gente, es decir, vosotros: buena gente que sabe que el dinero cuesta ganarlo, y que hay que gastarlo en lugares y momentos como este.