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Primero fueron Demasié (cinnammon roll), luego Jon Cake (pastel de queso) y después Sucre Cremat. En los años recientes, estas tres tiendas de duces allanaron el camino de las pastelerías monotemáticas en el Born (la infame Pollería por suerte destrempó hace años y estaba en el Gótico). Y una nueva incorporación viene a corroborar el estatus del Born-la Ribera como paraíso del dulce: hace un par de meses que ha abierto puertas De Martini Tiramisú (Carders, 44. De lu. a jue. y do. de 12 a 23 h. Vie. y sá. hasta 24 h), una tienda-obrador especializada en el pastel líquido italiano que ha conquistado el mundo.
De Martini Tiramisú es propiedad de empresarios italianos establecidos en Barcelona desde hace 20 años, y que vieron en la escasez de tiendas de tiramisú de la ciudad un nicho de negocio (parece que en Barcelona haya mucho tiramisú, pero comparado con Florencia o Roma hay poquísimas tiendas del tema, claro). El gran atractivo estético de De Martini es que muestra el producto de una manera minimalista y a la vez puedes ver el obrador desde el cual se elabora, y eso inspira confianza.
Tienen cinco recetas: el clásico (con crema de mascarpone, galletas savoiardi, café y chocolate), el de pistacho (con pasta y pistacho rayado), el de nocciola (avellanas de Lú, Itàlia), el de fresa (con fresa confitada, fresa fresca y crema de yuzu) y el tiramisú con yuzu. La base de las cinco recetas es la crema de la casa: "La hacemos con mascarpone de un pequeño productor italiano, huevo orgánicos pasteurizados y azúcar", reza el cartel de la tienda.
Servidor se apalanca uno de nocciola y se lo zampa en el acogedor banquito de la entrada de la tienda. Y la verdad es que está riquísimo. Quizás no tiene tanta base de bizcocho como otros que he probado, pero eso hace que gana en cremosidad, y el sabor y la textura golosos del mascarpone cremoso con la crema de avellanas casan muy bien. Cada terrina individual cuesta 5,50 euros, pero hay la posibilidad de comprar un tarro grande para 5 personas por 27 euros y convertir la merendola o postre en un fiestón del tiramisú.
No es ni muchos menos la primera tienda especializada en tiramisú de la ciudad, claro -recordemos el casi punk el Paraíso del Tiramisú en Poble-sec, que era como una tienda de tiramisú/restaurante clandestino metidos en un garaje, buenísimo- o la cercana Mamma Tiramisù, (Sant Pere més Baix, 14), con una oferta muy similar, pero no tan variada y con café a la italiana, algo no tan común en el mundo de specialty coffee en que vivimos. ¿Artesanía o gentrificación? Dejémoslo en que a nadie le amarga un buen dulce, y el producto es de calidad.

