Menudo show: ¡casquería de la buena!

Comidas caseras. Ya son pocos los lugares que pueden definirse así, como Can Vilaró. Un histórico, un clásico, abierto desde prinicipios de siglo, que los padres de Siscu Vilaró cogieron 1967. Encontraréis cocina catalana telúrica, y escondidos en un rincón de la carta (pero siempre presentes) platos de menudillos que son pura arqueología gastronómica: hígado con cebolla, mollejas con judías, mejillas de cordero con ajo y perejil ... y ¡criadillas! ¿Qué demonios son? Contesta, socarrón, Siscu: "Cojoncitos de toro rebozados. Buenísimos". Alguien se atreve?

Todo lo que se sirve en el Portolés está escrito en una pizarra. Una de las grandes especialidades de la casa es la tripa de cordero a la catalana, que la cocinera, Carmen López, prepara como lo hacía su suegra. Tripa de cordero estofada a fuego lento, especiada con tomillo y canela, bien tierno, y que no tiene ese desagradable regusto fuerte de cordero. Se sirve con patatas fritas, y es una delicia que cuando está en la pizarra desaparece en cuestión de minutos.

No es lo mismo decir "hoy hemos cenado en un italiano" que "hoy hemos cenado en un veneciano". ¡Todavía hay categorías! Cuando, en el Poble Sec abrió el Xemei, este inciso se hizo imprescindible. Parecía que por primera vez alguien llevara a Barcelona una cocina italiana que no fuera pasta o pizza. Esta impresión, claro, es falsa, pero los hermanos Colombo se distinguen por versionar la cocina transalpina con finura de artista y un producto excelso. Su 'hit' visceral indiscutible es el hígado a la veneciana: hígado de ternera pasado por la sartén con laurel y cebolla melosa, en el que su jugo se mezcla con la polenta de acompañamiento.

De los establecimientos clásicos de la ciudad, el Agut sigue siendo una auténtica referencia en Barcelona que no ha renunciado nunca a los cerebros de cordero. Que no te den yuyu: van perfectamente rebozados y acompañados por berenjena rebozada y ensalada. Los cerebros se deshacen en la boca con la doble satisfacción de un rebozado crocante, nada aceitoso y del sabor mantecoso de la materia prima excelentemente tratada.

La frontera final para el zombie ibérico. En Argentina no hay ni una barbacoa que se precie en la que falten los chinchulines: que no es otra cosa que los intestinos delgados de la vaca. Dicho así suena fatal, pero una vez quitado el exceso de grasa y pasados por la parrila, son un bocado exquisito (y de nuevo autorizado por las autoridades españolas). En Milo Grill los prepara con arte el chef Lluis Llunas (que es hijo de Dyango, por cierto)

De acuerdo, sois zombies flexiterianos, pero no queréis comer algo tan vulgar y humano como el pescado (y pasáis mucho de la flora intestinal). Pues haced como el Renfield del film de Coppola (interpretado por Tom Waits): ¡Comed insectos! En el sublime mexicano Oaxaca os servirán una buena ración de hormigas y saltamontes, que añadirán sabor y textura crujiente a los fenomenales 'moles' de Joan Bagur.

Mochica es un bullicioso y sencillo peruano que ofrece cocina norteña de la costa, en la que la especialidad son los platos de pescado y marisco. Pero también tienen una carta repleta de platos de carne. A diferencia de muchos otros restaurantes peruanos que se han adaptado al gusto local y ponen entrecot, ellos siguen haciendo el 'anticucho' como debe ser: una brocheta con trozos de corazón de ternera a la brasa, aderezados con aceite, ajo , sal, vinagre y ají 'panca '. Este es la comida callejera de Perú. Para zombies románticos.