Enfrentarse a un montaje de El Quijote será siempre hacer pie solo ‘En un lugar del Quijote’ y, a partir de ahí, pelear contra los molinos de viento. Enfrentarse a, quizás, la mejor novela de la Literatura Universal y además hacer de ella un montaje teatral es, de por sí, una batalla perdida. Usted podría pensar entonces: ¿y para qué lo van a hacer?, y nosotros responderemos: porque hacer teatro es eso, batallar de manera constante contra molinos, aceptar como norma que siempre es perfectible el artefacto y como un Sísifo levantar la piedra otra vez sabiendo que invariablemente se caerá para ponernos frente a frente con la dificultad de hacer del teatro algo vivo.
El Quijote nos brinda en sus páginas un abanico de aventuras, pensamientos y vínculos entre los seres humanos que es un universo en sí mismo. El reto es poder plasmar de manera aguda y sintética un puñado de todo lo que en él habita, para hacer una semblanza, un poema teatral en el que la música, el espacio y todo el humor de Cervantes se conjuguen en una hora y media. Ahí están los molinos, ahí los vemos; y como los artistas somos caballeros andantes en lucha para encontrar la muchas veces inasible magia del teatro, emprenderemos este montaje con la ilusión de que esta vez sí será posible.