Contra el mito de que en agosto los teatros mueren, Emilio del Valle estrena su versión de Medida por medida, de Shakespeare, una comedia de engaños con trasfondo trágico, que construye una sátira mordaz sobre la impunidad del poder. “Es un texto que trata de la hipocresía de los que aplican la ley, la corrupción y la moral de doble rasero”, cuenta.
La historia gira alrededor de un reo de muerte, condenado por dejar embarazada a su prometida antes de que se celebrara la boda. Ahí está su hermana, novicia con hábito, que intercede por él ante un juez dispuesto a revisar el veredicto a cambio de favores carnales. Y ahí está el duque, ese zorro astuto que se pasea por el pueblo vestido de fraile encapuchado para inmiscuirse en las habladurías de los aldeanos.
“Shakespeare dibuja lo que después recuperan los grandes dramaturgos españoles de principios del XX, y nosotros lo hemos trabajado desde ahí, desde el esperpento de Valle-Inclán y el humor de Jardiel”, dice Del Valle. La cabeza del pirata servida en bandeja, la escena de sexo en una habitación a oscuras y la farsa del disfraz que es crucial en otras obras del bardo, como Noche de reyes y Como gustéis. Una serie de equívocos que se van sucediendo en escena para hacer de la mentira y la trampa su principal combustible.