Un ciprés alto como el campanario flanquea la entrada de la iglesia de Santa Eulalia de Vilapicina, un santuario neoclásico bonito, sencillo y soleado, construido en el siglo XVIII y apareado al Centre Cívic de Can Basté. Como tantas iglesias de la ciudad, sufrió saqueos y muertes durante la Guerra Civil y el culto no se restableció hasta finales de los 60. A principios de los 2000, los vecinos volvieron a recaudar fondos para rehabilitarla.
Conocemos la Sagrada Família, la catedral de Santa Eulàlia y la iglesia de Santa Maria del Mar, pero a parte de estos iconos arquitectónicos hay casi 200 iglesias distribuidas por la ciudad que merecen una visita; estas diez son de las más bonitas, históricas y particulares.
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