Desde fuera veréis que es el típico bar de barrio, con máquinas tragaperras en la entrada, menú obrero a precio muy amable y clientela fiel. El conejo que preparan es un trocito de gloria, y agradeceréis que os dejen la panera al lado para mojar la miga en el sofrito. Abrieron hace 55 años, y dicen que los trabajadores de la Hispano-Olivetti hacían cola los días laborables. Ahora es el último bastión de los vecinos de toda la vida, que quedan para comer y chismorrear. Gran trato, y mejores pies de cerdo.
Es la arteria más popular del barrio. Los fines de semana se llena de gente que va a hacer el vermut. ¡No tiene nada que envidiarle a la calle del Parlament! ¡'Oh my Clot'!