Franc Monrabà –antiguo segundo de Can Fabes– desde el Haddock defiende tener el ego bajo control: “Cuando entro en la cocina, me intento sacar la chaqueta de chef y ponerme la
bata de abuela”. Los macarrones de la tía Enriqueta –ración enorme de guiso de costillas de cerdo y salchicha a fuego lento, pasta y gratinado– son una delicia que se adentra en el recuerdo y la maravilla cotidiana. Un chico viene por aquí y pide tres veces por semana. “Desde que murió mi madre, comer esto aquí es como estar un ratito con ella”, explica. Al cielo por 9 euros. Es un plato de aquellos que vale la pena compartir y disfrutar entre dos: ¡por cantidad y disfrute!
“¿Pedirás macarrones? ¿De verdad?” ¡Pues sí! Los macarrones son un plato de resistencia de la cocina catalana que hay que reivindicar. Bien hechos, tienen la profundidad gastronómica de la mejor cocina de cazuela. En Italia los llaman 'penne', ¡pero a nosotros nos traen la alegría! Y sí, los italianos nos echan a la cara que la cocción está demasiado pasada, y que para colmo los requemamos al horno (en el fondo es envidia porque el sofrito confitado de unos buenos macarrones es mucho mejor que la su salsa 'pommodoro'). No obstante esto nos la trae al pairo: ¡quién tiene un buen plato de macarrones en la mesa tiene la Navidad cada día! Y si no sois de macarrones, ¡dale al canelón!
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