La aventura familiar que arrancó en la comarca del Valle de Arán hace casi tres décadas, con el restaurante La Sal Gorda, ha encontrado en una de las zonas más privilegiadas de la capital el lugar idóneo para mantener vivo el legado del chef Ignacio Martínez Galdón. Para este complicado menester, si tenemos en cuenta la alta competencia en la zona (muy próxima al Retiro y a la Puerta de Alcalá), cuenta con la ayuda de sus hijas, Marta y Arantxa. La primera de ellas es la encargada de dirigir la sala de El Pañuelo, un restaurante de cocina vasco-navarra, de corte clásico, que rezuma honestidad en los fogones. De esto último se encarga diariamente un veterano guisandero que ha optado por ceder el protagonismo al producto del norte, que se expresa de maravilla a través de elaboraciones tradicionales, sencillas y reconocibles. Es lo que tiene llevar medio siglo rodeado de cazuelas, ya fuera en su Granada natal, en el vecino Jaén o en tierras mexicanas, donde supuestamente se presentó con el fin de visitar a su hermana pero el destino quiso que se terminase instalando allí para dirigir la cocina del prestigioso Centro Asturiano de Polanco.