Tras unos primeros pases fijos que salen de cocina, llega el festival crudo. Si no fuera porque has venido a comer y el nigiri de trucha de Tasmania que acabas de coger con los dedos es una prometedora puerta de entrada a su omakase sushi, podrías quedarte absorto ante los movimientos en bucle de Mario Payán. Lo suyo tiene la armonía y la firme y precisa dirección de un arte marcial.
La gastronomía nipona está en cada esquina de la ciudad. No hay un barrio sin un local donde sirvan sushi, sea para llevar o para comer ahí mismo, sea una franquicia o un proyecto personal. Hasta muchos supermercados han incorporado corners donde alguien prepara bandejas y bandejas de sushi (con su wasabi y su botecito de soja). El combo arroz y pescado crudo se ha democratizado hasta la saciedad. Pero la calidad de la materia prima, aquí de manera más evidente que en otro tipo de comida (más elaborada), marca claramente la diferencia.
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