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Las Yayas Asesinas del Bus

Escrito por
Òscar Broc
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Las yayas de Barcelona son seres maravillosos. Siempre dispuestas a hacerse cargo de los nietos. Con un plato de escudella presto a cualquier hora, porque os ven muy flacos y en casa no coméis bien. Cero reticencias a la hora de conseguiros las mejores piezas de fruta en el mercado. No obstante, las abuelas de Barcelona se transforman en depredadores sanguinarios cuando suben al autobús, un espacio donde se han hecho fuertes y han instaurado un culto maléfico que impone su ley con guantelete de hierro... y pinchos.

Si sois nuevos en esto de viajar en autobús por Barcelona, ​​haríais bien en respetar a las Yayas Asesinas del Bus. Las distinguiréis porque son una banda organizada que no se deja pisar, al contrario, tiene por costumbre pisar los viajeros que se saltan sus normas. Las Yayas Asesinas del Bus son rápidas y duras como un misil, pese a su aspecto quebradizo. Antes de subir al bus, las notaréis porque se abren paso con los codos abiertos, meten su menudo y compacto cuerpo entre la gente que hace cola, se llevan alguna uña por delante con la táctica de pisar uva con los tacones.

Una vez dentro, después de apartaros a golpes de paraguas de la máquina de cancelar los billetes, las yayas asesinas estudian el vehículo, memorizan a todos los viajeros en su disco duro y hacen el reparto de los asientos a su manera. Pobre del incauto que se siente a un lugar marcado por las YADB sin pedir permiso, porque sufrirá la cólera infernal del hampa septuagenaria. Miradas de desaprobación constantes, gruñidos, golpes "involuntarios", algún comentario malintencionado sobre vuestra falta de sensibilidad... La presión psicológica es tan insoportable que al final acabaréis cediendo el asiento y haciéndole la pedicura a la señora.

Por cierto, no caigáis en la imprudencia de ocupar el asiento individual que hay al lado del conductor y tiene la vista privilegiada del parabrisas. Este palco VIP pertenece desde tiempos inmemoriales a las YADB. Tened mucho cuidado. Se han documentado casos de adolescentes fumados que se ha sentado sin darse cuenta en él y han despertado desnudos, 24 horas después, en la frontera México-Estados Unidos. 

El bus es territorio YADB. No hay vuelta de hoja. Siempre ha sido así y nada lo va a cambiar. Cuando el bus esté lleno, sólo las abuelas podrán empujar, clavar codos y molestar a los demás. Si el coche llega tarde, las vejaciones más hirientes hacia el conductor saldrán de la boca de las yayas asesinas. Cuando haga calor, deberéis pedir permiso a las abuelas para abrir la ventana. Si os molesta el carrito de la compra lleno de comida a mitad del paso, os jodéis y punto. 

Me la estoy jugando, lo sé. Espero que ningún miembro de las YADB esté leyendo esto. Si es así, tengo los días contados. No volveré a encontrar sitio nunca más en el 64. Tendré que soportar codazos intercostales y pisadas con tacones en la punta del dedo gordo durante todos los trayectos que haga. Habrá una campaña de desprestigio tan colosal que tendré que pasarme al Metro. Aun así, recordadme, por favor, como el único loco que un día quiso parar a las Yayas Asesinas del Bus y no lo consiguió... Tengo miedo.

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