Bastarían las paradas que brinda la plaza de Legazpi, donde confluyen tres barrios de Arganzuela (Legazpi, Chopera y Delicias), para llenar de centenares de historias estas dos columnas.
Podríamos atestiguar los últimos días de EVA, el espacio vecinal instalado en el colosal Mercado Central de Frutas y Verduras, ahora poco más que un esqueleto de hormigón esperando a Godot, y acercarnos luego a los pies de la lujosa torre junto a la M-30 para leer entre líneas algunas políticas.
Podríamos esperar en las marquesinas donde se reúnen los autobuses interurbanos, apostarnos en la boca de metro que expulsa y engulle a diario a trabajadores somnolientos, estudiantes veloces, jubilados camino de Madrid Río y bailarines de la Compañía Nacional de Danza o refugiarnos en las inagotables propuestas artísticas de Matadero (o en su cantina al olor de lo recién horneado por la buena gente de Olivia te Cuida o en el recientemente actualizado y colorido Café Naves).
Podríamos sentarnos frente a un hotpot en el nuevo megarestaurante chino Xiaolongkan (Maestro Arbós, 3), comernos un bife de chorizo en el industrialmente estiloso argentino Piantao (Pso. Chopera, 69) o tomarnos un café rápido con un par de churros en El mirador de Legazpi (Pso. Delicias, 154). En una vuelta apresurada a la plaza ya se destapan los contrastes de este cruce de caminos (parada de taxis incluida) que da paso a un barrio donde las nuevas construcciones con garaje y piscina comunitaria conviven con solitarios almacenes y una pista de BMX a la ribera del río.
Porque aunque lo parezca, el atractivo y pálido amarillo de la colonia del Pico del Pañuelo no pertenece a este barrio sino a Chopera (queda pendiente escribir sobre sus calles y las novedades que también han llegado a su vecino, Delicias). Así que adentrémonos en Legazpi con alguna licencia extramuros. Aquí, dentro de los márgenes estrictos del barrio, han decidido abrir el restaurante Éter (Granito, 20) los jovencísimos hermanos Tofe. Casi la última pista gastronómica en atracar si no fuera por la aparición de Cukier (Bolívar, 22), bocados dulces y salados en dosis individuales y para llevar.
El camino lo abrieron las quiches y la milanesa de Buenas y Santas se sumaron luego las hamburguesas de Trujillo (Bolívar, 18) y el pescaíto de Macarena (Rodio, 6). Para comprar El Despacho Clandestino (Plomo, 10) (vinos, conservas y chacinas bien) y Cocómero (Embajadores, 197) (eco, moderno, producto fresco y helados veganos) hacen buen tándem. Y chivatazo para vecinos: verdura de huerta propia en Paseo de la Chopera, 59 (solo algunos domingos al mes).