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Celler Cal Marino
Foto: Maria DiasCeller Cal Marino

Las mejores bodegas de Barcelona

Bares auténticos de Barcelona donde todavía se puede hacer un aperitivo como los de antes

Escrito por
Martí Sales
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Toneles, grifos, anchoas y alegría. Patrimonio material y líquido de una ciudad con exceso de culto a la novedad y los a bares recién abiertos. Si sois más de la vieja escuela y os gustan los clásicos a granel que sobreviven conservando las esencias en madera y trato familiar, este es vuestro artículo. Aquí podréis practicar la sana religión de las mejores tapas, el culto a la buena croqueta y la liturgia del vermut en las bodegas más carismáticas de la ciudad. Nos preparamos para vivir la vida a granel.

NO TE LO PIERDAS: vermut, donde hacer el aperitivo en Barcelona

  • Restaurantes
  • El Poble-sec

A comienzos del siglo XX había sido una fábrica de gaseosas, así que no es extraño que desde hace cuatro años sea una bodega: el espíritu de la bebida ya estaba allí cuando un vermutero intrépido como Eduard decidió convertirlo en bodega. En Cal Marino tienen una oferta despampanante de vinos, cervezas, croquetas de mil sabores, quesos y platillos. Destacan la tortilla jugosa, la cecina con alcachofas, el estofado de jabalí y el sorbete de gin-tonic, pero siempre hay nuevos platos por descubrir... El local es muy grande, así que es una buena opción para ir en grupo.

  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • Provençals del Poblenou
  • precio 1 de 4

Puertas de madera pintadas de rojo. Hilera de tinas oscurecidas por el paso de los años. Pilas de cajas de cervezas de colores. Carteles taurinos y una camiseta del Espanyol. Suelo de madera y mucha tradición: la J viene de Joaquina, la madre del propietario, Johnny. Con su mujer, Rosa, sólo abren al mediodía y ofrecen el clásico combinado de anchoas con aceitunas rellenas y vermut muy económico. El matrimonio, encantador, se pasa cada noche dos o tres horas limpiando las anchoas para que al día siguiente te las puedas zampar: esto sí que es dedicación.

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Bodega Montferry: entusiasmo renovado
  • Restaurantes
  • Sants - Montjuïc

Es un ejemplo perfecto del entusiasmo que despiertan estos establecimientos tradicionales y cómo se pueden reinventar sin perder onza de autenticidad. En 1964, Pedro y Evangelina abrieron la bodega Montferry y se pasaron la vida sirviendo vermuts y anchoas. En 2013 decidieron jubilarse y el avispado bloguero Alberto García de 'En ocasiones veo bares' no se lo pensó dos veces para enredar a sus amigos Marc y Raquel para hacerse cargo. Renovadas las energías, ahora es todo un templo del aperitivo, con un capipota para chuparse los dedos y unos bocadillos que no paran de recibir elogios.

Bodega Montse: lecciones de vida
  • Restaurantes
  • El Raval

Último bastión de una larga tradición de bodegas del barrio Chino, el hijo de Montse, Javi, se encarga de seguir sirviendo bebida a quien pasa con cuatro duros en el bolsillo, como han hecho los propietarios de este local desde hace más de 100 años. La clientela no es la más juvenil del mundo y, precisamente por eso, si vas y escuchas, oirás historias fascinantes, lecciones de vida. En las paredes, fotos de la Barcelona antigua, carteles de corridas y polvo y telarañas inmemoriales. Si quieres, te sirven el vino con un porrón, que siempre es de mejor tomar.

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Bodega Massana: la institución
  • Restaurantes
  • Horta - Guinardó
  • precio 1 de 4

En una callecita de Horta, ante una ciruelo en flor, hay una puerta que da acceso a un tesoro de bodega, toda una institución del barrio desde hace más de 80 años: la Bodega Massana. La 'botareloj' con doce grifos –con variedades poco habituales– os recibe desde detrás de la barra donde no paran de despachar vermuts y cañas, caracoles picantes, butifarras con judías blanca y todo tipo de manjares espléndidos a precios asequibles. Tienen una pequeña salida para fumar y descongestionar el local, que es tan popular que siempre hay fiesta y está lleno hasta los topes. Si vas, repites.

La Bodegueta d'en Miquel: turismo de interior
  • Restaurantes
  • Nou Barris
  • precio 1 de 4

Porta es un pequeño barrio barcelonés con topónimos mallorquines y naranjos silvestres. Junto a la estación de metro de Llucmajor hace 50 años que hay uno de los centros sociales espontáneos del barrio, la Bodegueta d'en Miquel. El local, pequeño y acogedor, lleno de botas de vino y botellas –¡como debe ser!–, tiene especialidades como las tapas de todo tipo, zorzas y la torta del Casar. Los jueves por la noche es el día del pincho-pancho y ofrecen tapa y bebida por 1,95 euros: puede ser la excusa perfecta para hacer turismo de interior del de verdad, ¡que Barcelona es grande y variada!

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  • 3 de 5 estrellas
  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • Gràcia
  • precio 2 de 4

En el extrarradio de Gracia, en lo alto del Torrent de les Flors, hay una bodega centenaria que vale la pena visitar. En la entrada, el techo rojo con la barra a mano izquierda y las tinas oscurecidas del humo de tantas vidas, más adelante los comedores, con muebles de época y mesas de mármol, y la cocina al fondo, como manda la tradición. A los fogones, Manolo inventa combinaciones ganadoras como los mejillones salteados con berenjena (8,9 euros), las anarkobravas (patatas fritas con alioli de tinta de cefalópodo, 5 euros) o el pulpo con Parmentier de setas (8,9 euros ). Acierta con el bacalao con ajo (9,25 euros) y nos quedamos con las ganas de probar el filete con sobrasada, brie, berenjena y miel. También hacen tortas crujientes con arenque o foie gras. Se pueden pedir medias raciones y reservar para grupos. Al mediodía tienen un menú de 11 euros, sencillo y bueno, con pescado del día de segundo, que siempre es de agradecer y no muy habitual de encontrar por los sitios. El Bar Bodega Manolo es un local de los de toda la vida, y como que está fuera del circuito habitual, el ambiente es muy familiar y el ritmo más humano; eso no quiere decir que falte la juerga sino que todo pasa de manera diferente que en os bares de moda: que aquí hay más ritual que desazón, vaya.

  • 3 de 5 estrellas
  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • Sagrada Família

Desde el 1930, en este número del Dos de Mayo, junto a los Encants, hay una bodega y se comen unas anchoas que déjalas ir. Antes era la Bodega Vilaseca y ahora, con el entusiasmo de las nueva propiedad, se ha convertido en un lugar más efervescente: la Bodega El Sidral.El nombre le viene del antiguo campo donde ahora está la eternamente inacabada plaza de las Glòries, el Campo del Sidral, explanada históricamente ocupada por el follón considerable de un despliegue mercantil de todo tipo: de ahí el nombre. El Sidral es un punto de encuentro cotidiano para convertir en humo las preocupaciones.Todo el mundo se conoce, se saluda y comenta la jugada mientras toma un vermut de Reus con un golpe de angostura y la anchoa deliciosa marca de la casa (4,40 euros), una cerveza artesana (3 euros) o unos langostinos enriquecidos con una salsa secreta (3,50 euros). El lugar se explica solo: una nevera de madera preciosa lo preside y el clac de las puertas se intercala en las conversaciones de los parroquianos como un metrónomo. Dos grandes barriles, encima, completan el cuadro. Tienen una sala interior, forrado con periódicos antiguos como 'El Caso', donde se pueden celebrar cumpleaños y, incluso, presentar obras de teatro. Por si fuera poco, tienen libros de segunda mano para alimentar el espíritu.

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  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera

Detrás del Forat de la Vergonya, la centenaria Bodega Jané –encajada y recóndita, sus paredes te podían explicar 1001 historias– resurgió de sus cenizas en un nuevo local con más espacio y luz que el antiguo pero la misma nevera de madera que tanta solera le daba. Con las paredes tapizadas de botellas, licores y cavas, tirador de cerveza artesanal y vermut de la casa, si estáis por el centro de la ciudad, la bodega Jané es un lugar ideal para dejarse recomendar un buen vino o picar alguna lata.

  • 5 de 5 estrellas
  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • El Clot
  • precio 1 de 4

Otro ejemplo de bodega recuperada con mucha gracia: sólo hay que ver su escaparate pop con cántaros, sifones de colores y discos de la Sarita Montiel y de Joan Capri, entre otros. Para completar el cuadro, debajo de las botas de vino a granel han mantenido la colección de llaveros de los antiguos propietarios. Para comer, no os perdáis la cecina, la mojama, los torreznos, la carne mechada, los quesos y las albóndigas. Tienen una máquina tocadiscos con rock y rumbas variadas para animar a la concurrencia, que tiene muy claro que ir a la Carol es una fiesta. ¡Se está de maravilla!

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  • Bares y pubs
  • Bodegas
  • Sants
  • precio 1 de 4

La ciudad está llena de sorpresas y lugares por descubrir, como esta esquina del Sants más profundo: la luz que toca al mediodía ya valdría por sí sola una visita a este rincón del barrio, pero si además hay una de las mejores bodegas de la ciudad, la peregrinación es obligada. Con trofeos antiguos en las paredes y tinas del año de la Mariacastaña, las anchoas de la Salvat tienen fama merecida y te harán mantener viva la sed para seguir bebiendo los chatos de cerveza que sirven sin parar, y si quieres vino a granel, pedid un priorat que se llama Setze Vàlvules y sabréis lo que es bueno.

Clásicos a granel

Un imprescindible de las comidas del día a día, un vino de mesa resultó y a buen precio. Es un garnacha, potente, por eso a menudo se prefiere rebajado con agua o gaseosa.

Puede ser blanco o negro y es un vino de sobremesa, perfecto para acompañar frutos secos y galletas. Las abuelas lo adoran tanto como el moscatel, otro ideal para cafés y postres.

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Originario de la Terra Alta, es un blanco fermentado con las pieles de la uva, que le otorgan sus características tonalidades doradas. Acompaña como los ángeles un desayuno de tenedor y cuchillo.

Es un blanco dulce, hecho con la variedad pasa blanca. Marida perfectamente con arroces, fideuás y especialidades de pescado contundentes, como la zarzuela, así como platos especiados.

100 años dando de beber a Gràcia

  • 4 de 5 estrellas
  • Restaurantes
  • Vila de Gràcia
  • precio 1 de 4
  • Crítica de Time Out

Tere Cercós es el alma, junto con su marido Antonio y su hijo Jordi, de la bodega Marín. Bajo un cabello rubio y rizado, su mirada inquieta se pasea constantemente por el local, atenta a las necesidades de los clientes para saludarlos, comentar la jugada y servirlos.

¿Cuál es la historia de esta bodega?
La Marín nace como ultramarinos en 1916 en manos de Enrique Marín. En 1941 la coge otro Marín, Emilio, que no es pariente del primero. En 1961 pasa a Encarna Marín, que a pesar de llamarse igual, tampoco es de la misma familia: parece mentira, ¿verdad? Ella y su marido Fernando son los que convierten el local en bodega y comienzan a ofrecer croquetas y tapas a los clientes, costumbre que yo misma conservé cuando nos traspasaron el local en 1991.

Por aquí han pasado mil personajes: ¿qué destacarías?
Armand era un señor muy simpático que cuando alguna chica preguntaba por el servicio, él preguntaba a qué servicio se refería, que él ofrecía el servicio de 'tocador'. Nuestro gato, Mini, también era muy famoso: estaba en su sillita y todo el mundo le saludaba, era parte del local desde que lo cogieron hasta 2010.

¿Cuál es la situación actual de la bodega?
En peligro de extinción por incertidumbre con la nueva propiedad del inmueble.

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