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'En la orilla' completa el díptico que abrió 'Crematorio' y se posiciona como una de las mejores novelas del año Nadie es demasiado joven para morir hoy, ni tan viejo como para no poder vivir un año más. Lo dijo el bachiller Fernando de Rojas en 'La Celestina', en un de sus momentos de éxtasis petrarquiano. Rafael Chirbes me recuerda el sabio proverbio para darle a nuestra conversación sobre prosa lúbrica y carne magra un aire un poco más erudito. "Yo soy muy poco freudiano -se presenta-, pero cada vez estoy más seguro que los libros los escribe el subconsciente". No soy el primero que le escucha esta frase. Lo confesó hace unos tres años en un ilustre artículo titulado 'La estrategia del bumerang', prólogo de una especia de 'Per què llegir els clàssics' de la literatura hispánica -de Cervantes a Max Aub- llamado 'Por cuenta propia'. La lección es esta: lo que hemos leído es una parte inseparable de lo que somos, oculta en algún rincón de la trastienda. "Yo, para ser honesto, me siento más a gusto hablando de mis escritores preferidos que de mis novelas -se encoge-. La novela te obliga a hacer el ridículo, como un saltimbanqui que le pide paso al riesgo". En este caso, hoy estamos en el centro de la carpa: la excusa de esta deliberación anárquica es la publicación de 'En la orilla', un libro brutal en todas las acepciones posibles del término. "Pero yo lo acabé con muchas dudas -dice Chirbes, rechazando mis elogios -. De hecho, estuve a punto de pedirle a Jorge Herralde que

Alessandro Gallenzi, un pobre editor
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El editor Alessandro Gallenzi publica 'Bestseller', una sátira sobre el mundo editorial Corría el rumor de que en los años 90 había escrito una novela que se llamaba 'Grand tour'. Intentó publicarla en Italia, pero todos los editores le cerraron la puerta en las narices. Ahora es él quien trabaja rechazando manuscritos. Alessandro Gallenzi es el fundador de tres editoriales británicas, además de un novelista con sentido del humor.El protagonista de 'Bestseller', Jim Talbot, también escribió un libro titulado 'Grand tour'.Con eso me he quitado un gran peso de encima: 'Grand tour' acaba de salir en Gran Bretaña. Lo que pasa es que le he cambiado el nombre. Ahora se llama 'Interrail'. Yo fui un poco como Jim. No tengo catorce novelas inéditas, pero antes de trasladarme a Londres sí que intenté ser un escritor famoso.Entonces, ¿Jim Talbot eres tú?En parte, sí. También hay en él parte de algunos individuos que me he encontrado a lo largo de mi carrera de editor. Tengo uno en la cabeza, un tal Ian Dale, que cuando abrimos Hesperus Press llamaba cada semana. Había escrito unos diez libros, todos inéditos. Cuando entendió que no nos interesaba dejó de molestar. Diez años después me llegó un paquete con los libros autopublicados. La psique del escritor es bien extraña.¿Por qué?Antes había una idea de posteridad. Keats quería ser uno de los mejores poetas de la historia. Pero ahora vivimos en un mundo cínico, ya no creemos en el futuro. Por eso se ha hecho tan difícil descubrir nuevos

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Kirmen Uribe nos explica qué es 'Lo que mueve el mundo'
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El gran poeta vasco presenta su segunda novela El hijo de Kirmen Uribe nació a la edad de trece años en un restaurante, comiendo pizza. Así nos lo explica en un poema extraordinario, tierno y cargado de humor, que incluyó en su primera novela, 'Bilbao-New York-Bilbao', publicada en 2008. "La paternidad siempre ha sido muy importante para mi", me dice, cuando le recuerdo un par de versos que se me ha ocurrido memorizar para la ocasión, ¿Qué ocasión? La publicación en castellano y catalán de su segundo novela, 'Lo que mueve el mundo' dedicada a todos los niños de la guerra que entre mayo y junio del 1937 salieron del puerto de Bilbao rumbo a Gante. "Cuando era pequeño, mi madre me hablaba de estos pequeños que habían sido acogido por familias belgas cuando el País Vasco sufría las bombas", me explica Kirmen. En mi casa siempre ha habido una especial obsesión por transmitir la historia vasca". Decidió escribir una novela sobre los niños que se marcharon de refugiados justo después de la destrucción de Guernica cuando una serie de casualidades lo llevaron hasta Carmen Mussche, hija biológica del escritor flamenco Robert Mussche. "La fui a visitar a Bélgica -recuerda Kirmen-. El primer día que pisé su casa supe que quería hablar de ella y de su familia. Creo que fue gracias a una pizarrita que tenían en la entrada, con el dicho latino non vobis, sed vos, que me hizo sentir dentro de su mundo". Hubo otros motivo, igual de poético y de cara a la investigación infinitamente más prá

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El chico del cárdigan rojo quería hacerse pasar por el cineasta de Banyoles. Presenta 'Albert Serra (la novel•la, no el cineasta)’ Cuando Orson Welles rodaba su acojonante 'F for Fake' faltaban 10 años exactos para el nacimiento de Albert Forns. No soy un virtuoso del cálculo mental, ni mucho menos, pero esta resta tan sencilla como innecesaria se me va repitiendo una y otra vez mientras el tal Forns hace ruiditos de succión con los labios enganchados en el borde de una taza de té. La explicación no tiene ningún misterio. Acabo de leerme 'Albert Serra (la novel·la, no el cineasta)', la obra con la que Forns ganó el Documenta a finales de noviembre, y vengo con un tema preparado: la mentira, la falsificación, el engaño. "No te equivoques, este libro es muy veraz", contesta, con una cara ten serie que da miedo. Seis meses atrás a penas sabía nada de Albert, a parte de que en el indómito universo de las redes sociales se daba a conocer con el seudónimo de Rirkrit Tiravanija, y que en el avatar de Twitter tiene una especie de bodegón hecho con una botella de Mistol. Gracias a 'Albert Serra' he sabido una cosa: Rirkrit Tiravanija es un artista real, que nació en Buenos Aires y se dedica a cocinar fideos compulsivamente. "No soy partidario de la suplantación de identidades -dice Forns-. Lo que pasa es que mi vida no es lo suficientemente interesante, así que cuando quiero hablar de mí mismo me escondo detrás de la espalda de alguien importante". Alguien como Albert Serra, direc

Bioko, el retorno de Marc Pastor
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El autor de 'La mala dona' envía a Moisès Corvo a África en su novela 'Bioko' Quien más quien menos, todos hemos jugado a los soldaditos. Durante el tardofranquismo, lo que molaba era unos madelmans vestidos con el uniforme de los batallones británicos en las trincheras de Somme, con sus guerras de felpa y los cascos como un plato de sopa girado. La mayoría de los que vinimos después abandonamos las aficiones cuando ya nos sentíamos demasiado viejos para seguir montándonos historias con aquellos enfundados en una armadura de centurión romano. Otros pasaron al siguiente nivel pintando figuritas de Warhammer. Pero Marc Pastor no es como ningún otro. Vaya donde vaya, él siempre lleva en el bolsillo un stormtrooper articulado de medio palmo de altura, preparado para disparar su furia robótica y defender los sueños del Imperio Galáctico. Llego al Pipa's Club a la hora convenida y me lo encuentro con los pulgares aferrados a una insignia de Batman que lleva clavada en la delantera del cinturón. Su amiguito pocked-sized está encima de la mesa. "Lo he llamado Louis, por Louis C. K., un gran cómico -me explica-. Soy muy fan de la serie". Supongo que tener aspecto de androide no es razón suficiente para privarlo de ser cristianamente bautizado. En cuestiones de culto a Georges Lucas me declaro tirando a agnóstico, pero Marc me enseña que el bicho tiene una expresividad humanoide increíble. No tengo más remedio que maravillarme y darle la razón. De todas formas, yo venía a visitarlo po

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Daniel Clowes no es un superhéroe
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El dibujante norteamericano crea a un tirillas adolescente con muchas capacidades en 'El rayo mortal' Una pregunta dirigida a todos los lectores hombres: de pequeños, ¿nunca habíais tenidos fantasías de superhéroe? No estoy hablando de fantasías altruistas de evita la colisión de la Tierra contra un meteorito, o de conseguir la paz mundial. Si no de aquellas en las que, a base de hacer crujir dientes y rencos, conseguíais una súbita fuerza bruta que os permitía plantarle cara al chulo del patio del colegio. Este es, al menos, el caso de nuestro entrevistado, el autor de cómicos norteamericano Daniel Clowes (Chicago, 1951). Su nuevo cómo, 'El rayo mortal' (Mondadori), parte de esta premisa: un tirillas adolescente de Chicago, hacia finales de los 70, descubre que fumándose un cigarro consigue una fuerza sobrehumana. Y que es capaz de convertir una pistola de plástico sacada de un bote de cereales en un rayo aniquilador. Quien conozca a Clowes -el gran autor de cómics alternativos, perdón, novela gráfica, de su generación, dibujante y guionista con un talento para resaltar los elementos grotescos de la realidad y la cotidianeidad de lo que es sobrenatural- ya se puede imaginar que no estamos ante un cómic de superhéroes contemporáneo. Es decir, de aquellos al estilo Kick-ass que, envueltos con toques de realismo, aseguran deconstruir la figura del superhéroe, pero en realidad reeditan la eterna historia del bueno contra el malo con excelentes guiones. No. Cuando le pregunto a

Marcos Ordóñez: un hombre con mucha memoria
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El escritor y crítico de teatro vuelve a la Barcelona de los años 60, la de su infancia Marcos Ordóñez tiene una memoria de elefante. Mientras divide sus esfuerzos entre un trozo de tortilla de patatas y un bocadillo de longaniza, me explica que un día, para entretener a sus amigos, empezó a recitar con puntos y comas los diálogos de 'Los chicos de Preu.' "Esto es por alguna cosa que me echaron de pequeño en la paella -bromea-. Y mi hermana es peor: lo retiene todo con precisión fotográfica, como Carrie Mathison en 'Homeland'". Aprenderse el guión de una película de Pedro Lazaga es menos absurdo de lo que parece. No olvidéis que es el título que lanzó la breve carrera de Camilo Sesto en la gran pantalla. Pero ha sabido encontrar salidas más provechosas a su don. No sé si es casualidad o golpe de efecto. Una semana después de hacer un tributo al fantasma de Sharon Tate vía un libro de Joan Didion, Ordóñez actualizó su blog recomendando el 'Res no s'oposa a la nit' de Delphine de Vigan a todos aquellos escritores noveles que quisieran estrenarse en la crónica familiar sin caer en actitudes compasivas ni posturas de afectación. Lo vi justo cuando empezaba la segunda parte de 'Un jardín abandonado por los pájaros', el último libro de Ordóñez, una maravilloso retorno a la Barcelona de su infancia, a de los años 60, y en el piso que sus abuelos tenían en la calle San Gil, en pleno Raval. Ve por donde voy. "Mi casa era mucho más alegre y napolitana que la de Delphine -me dice -. P

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