En un pequeño y elegante local que recuerda el Hong Kong más sofisticado de los 40, el plato por antonomasia en su carta son los sabrosos dim sum que lo nombran. Por ello, es impepinable lanzarse a su vistosa torre con cinco de ellos para descubrir los acertados sabores de los xiao long bao, como el king vieira y su mojama, el hakao de langostinos y jengibre, el de carrillera de ternera, el de cerdo ibérico y jengibre en su jugo y, por último, el siumai de cerdo con gambas y boletus. Todos se hacen a diario allí mismo, a la vista del comensal. En total hay una veintena para elegir, incluyendo el guiño castizo del bao de callos a la madrileña.
Demos por finiquitada la época del cartón piedra, de las cartas infinitas, del pollo al limón y la ternera con bambú y setas chinas. Abracemos las propuestas que pueblan Usera, una mina que premia a los más intrépidos, los alrededores de plaza de España y la calle Leganitos. Entre El Buda Feliz 1974, el más veterano de la ciudad (pero ya reformado), y los pinchos sichuaneses de Kaigang, uno de los últimos en llegar, hay apenas 100 metros de distancia. Sin embargo, en pasos gastronómicos, el abanico de posibilidades que media entre ellos es kilométrico. Estrenad este febrero el Año del Tigre sentados en estos restaurantes que os proponemos o en cualquiera de esos otros que han quedado fuera y que también ofrecen platos a años luz de aquel casi sintético cerdo agridulce: Lao Tou, Sichuan, Kung Fu, Mr. Doulao...
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