Un local pequeño y bastante tranquilo (aunque los sábados está lleno hasta los topes), con mesas redondas y sillas recicladas y dos sofás con revistas para echarles un vistazo. También hay una pequeña librería con ediciones antiguas de los clásicos de la literatura. Si te van las emociones fuertes, no dudes en pedir la absenta de cannabis: dos morados al precio de uno. Su terraza es muy codiciada.
Bares de la Barceloneta y el puerto
Una selección de los mejores bares del barrio
¿Nostalgia del verano? El olor a bronceador, los pechos al aire, el bañador eslip, la sangría... Tranquilos, en el Zahara Cocktail Club podéis paladear los últimos coletazos de la estación más cálida como si estuvierais en plena canícula de agosto. Y esto, en días de depresión postvacacional, es un regalo de los dioses. De los locales que pueblan el paseo de Joan de Borbó, este es sin duda el que tiene el look más contemporáneo y los mejores cócteles. No penséis que se trata de la quina esencia de la sofisticación, que estáis en una zona de guerra turística. De todas formas, el bar ofrece un interiorismo moderno, con sofás de cuero, mesas bajas, combinaciones en negro y rojo, y una barra nocturna de donde salen cócteles a precios bastantes razonables, si tenemos en cuenta la ubicación del establecimiento. Ahora bien, la perla es la terraza, una tribuna fresquita con dos cactus gigantes en la entrada. El servicio es más lento y olvidadizo que una tortuga con demencia senil, pero si conseguís un sitio fuera –dentro hace un calor de mil demonios y la música suena a un volumen indecente –, os entretendréis con el desfile de guiris escaldados que vuelven al hostal después de darle unos masajes chinos en la playa. De vez en cuando, desearéis que algún agente de la Guàrdia Urbana les meta una multa a los que piensan que Barcelona es la piscina municipal de la Barranquilla y va en pelotas. Y entonces, durante esos segundos de rabia, olvidaréis que habéis vuelto a la oficina y que hac
La señora Leo no está para tonterías, por eso ha convertido este antro portuario de fritada y quinto en un santuario en honor al grandísimo Miguel Vargas Jiménez, alias Bambino, mártir de la rumba patria. El bar es increíble: tiene las paredes forradas con recortes de periódico y fotografías del cantante, y acoge a un público que va desde el clásico abuelo con palillo al crustie que vive por la zona, haciendo el vago y fumando tomillo. ¿La banda sonora? Flamenco todo el día a un volumen brutal: 100% Barceloneta.
En la cafetería de la Estación de Francia van tanto los que madrugan como los que se acuestan tarde. Su decoración recuerda a un club de jazz con plantas de cuatro metros que llegan al techo y mesas con patas de hierro. Durante el día, funciona como bar de almuerzos y restaurante. A primera hora de la noche tiene su encanto y las noches de fin de semana hacen cenas-espectáculo. A partir de la medianoche se transforma en bar de copas.
Estanterías surtidas de una excelente selección de whisky, rones y ginebras y camareros que sirven con una sonrisa contagiosa.
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