Dos hermanos y un destino. Martín y Joaquín sienten un entusiasmo desbocado por su trabajo. Y si el asado es un ritual en su país, aquí han cuidado cada detalle (con un diseño de local muy inspirado) para ennoblecerlo aunque tengan que adaptar (y es lógico) el punto de ese extraordinario bife de chorizo a nuestro gusto. Han formado un comprometido dream team desde el parrillero a la gente de sala, compran vino por todo el mundo para levantar una bodega 100% argentina muy especial, han nivelado la sección cárnica con piezas transatlánticas y nacionales para garantizar honestidad y pasan por el fuego la temporada (sea un espárrago o una remolacha) y una casquería que bordan. Venid sin prisa. Bárbaro.
Carne roja bien madurada y las brasas en plena combustión... A los más carnívoros solo pensarlo se les hace la boca agua. La calidad de la materia prima, el conocimiento de cada pieza y la experiencia del parrillero, la balanza se equilibra entre vascos y argentinos, son los pilares sobre los que se sustentan estos restaurantes, tanto los más clásicos de la capital, alguno sigue al pie del cañón después de varias décadas (por algo será), como las últimas aperturas en un territorio que dominan vascos y argentinos fundamentalmente. No serán locales de moda pero, tarde o temprano, a uno le apetece un bocado que te conecta con lo ancestral pero que se cuida en todo el proceso.